Ya se había decidido, íbamos a hacer nuestra propia cara de calabaza de
Halloween, con la específica instrucción de que no debía ser una cara fea que
me asustara en la noche, sino una cara simpática que invitara a la amistad. Así
que el proyecto del día fue:
conseguir la calabaza perfecta.( Las intrucciones de como hacer una cara de calabaza para Halloween están al final)
En el episodio de hoy de las Aventuras de
Ernestito y Mel: la búsqueda de la cara
de calabaza.
Para hacer el cuento largo corto, a nuestro alrededor lo que podemos
conseguir son mercados orgánicos, donde te cobran en orgánica especie.
-Ernestito, mira que bella.- Había tomado una calabaza de tamaño
intermedio, algo pesada pero que podía con su peso en una sola mano.
Las cabalazas amontonadas unas sobre las otras con su exquisito intenso
color anaranjado brillaban como guirnaldas invitando a ser compradas en una
privilegiada esquina del mercado gourmet orgánico frente a la estación del
metro. Por lo menos, a mí, aquellas calabazas me sonreían y sus sonrisas me
hicieron efecto.
Ernesto, si, el del otro relato, el marido mío, tiene dos actitudes de
desaprobación, la primera darse la vuelta y dejarte con la palabra en la boca
aunque te mates gritándole como fritolera desde el otro extremo de la calle (creanme
sigue andando como si con el no fuera). La segunda, pone… no sé, es como… una
cara fruncida… como de estreñimiento mental. Si, esa es la palabra, hecha la
cabeza para atrás sin mover el cuello, como hacen los bailarines de Bollywood y
frunce la nariz. Pues hoy, al ver la
calabaza que le mostré sonrío en una leve aprobación. Aun sonreído bajó la
cabeza vio el costo por libra.
-¿1.79 la lb?- Puso su cara de estreñimiento mental o quizás sería mejor
llamarle estreñimiento carteral, o walletal, se dio media vuelta y siguió andando
dando por concluida la deliberación. En síntesis, mi barrio no era el indicado
para la compra de la calabaza; y les juro que
su brillo mermaba en desilusión según me marchaba (o es me pareció).
Brooklyn queda a una hora de mi barrio. Por alguna razón que no logro
comprender aun, El brillante de mi marido entendió que era el lugar indicado
para comprar nuestra calabaza. Suele pasar que cuando alguién demuestra tener más
éxito académico que tu uno comienza a dar por sentado que sus decisiones en la
vida, cosa que nada tiene que ver, suelen ser las más acertadas y las acatamos
como correctas sin realmente estar seguro de si está en lo correcto o no. Yo no
le vi la lógica de llegar hasta allá para una calabaza, pero si el lo decía era
por algo.
Así que emprendimos el viaje, dos trenes y
numerosas paradas. Sujetándonos entre el nido de gente conglomerada en los
vagones del metro un sábado a la 13:00. Es
el mejor momento y lugar para entender la expresión “el que se va a
Aguadilla pierde su silla”. Puedo dar fe de lo darwuiniano del asunto,
sentarse en el metro a esas horas solo lo consigue el más listo, el más colón,
o la gorda con el trasero grandote que no le importa nada y busca sentarse en
el medio de ti y de alguien que no conoces, dejadote casi estrellado contra los
tubos cargando la mitad de su nalga en tu muslo, solo esos consiguen sentarse.
Pues yo, siempre corro para conseguir asiento (aunque muchas veces termino
parada por cederlo alguna viejita que me recuerde a mi abuela), y viajando
comodamente sentada en tren me dio tiempo tiempo para jugar mahjong,
jewel y un juego llamado Memory Trainer que nunca entendí, lo que
deja un enorme margen para especular
sobre el estado de mi memoria.
El asunto es que después de algunas vueltas en círculo a través de los
andenes del metro (porque Ernesto no pide direcciones y no le gusta que yo
tampoco las pida) llegamos al Prospect Park, el cual recomiendo a cualquier
residente de la ciudad. Después de una larga caminata de dos horas de la que al
menos media no sabíamos como salir de allí, llegamos a una calle muy pintoresca
llena de negocios y cafés. Habíamos caminado bastante y comer algo no vendría
mal antes de continuar con la susodicha búsqueda. Encontramos un negocio
llamado Art Fez Café, Prospect Park West. La música era agradable y
aprovechamos para comer una picadera y tomar una copa de vino al ritmo de la
música de Portishead. La decoración era por demás digamos… artísticamente
curiosa y Ernesto se dedicó a señalar las cosas que le compraría a mi padre de
regalo (supongo que en venganza de la carta enviada por El Panadero de
Pasteles del Pueblo Pan Pan que había recibido esa mañana).
Ya habíamos descansado demasiado, era hora de ir a buscar la calabaza.
Fuimos algunos lugares, pero a Ernesto seguía no gustándole el costo por libra
y yo iba perdiendo la paciencia en cada paso del camino de un mercado a otro. Llegué
a pensar que el pretendía encontrar un lugar en el que regalaran una calabaza
por comprar un refresco. Pero, y gracias infinitamente a Dios, a las 5 de la
tarde Ernesto vio el lugar perfecto.
El colmado había puesto en la acera frente a su puerta un sin número de
cajas llenas de calabazas de todos los tamaños habidos y por haber. Nada como
el mercado que habíamos estado en dónde dispuestas en un lugar privilegiado las
calabazas se mostraban relucientes y atractivas. Yo, ilusamente como siempre, estimé que
después de tanto viaje y tanta búsqueda por un precio razonable nos llevaríamos
una calabaza del tamaño de un microondas, de esas que crecen a base de bombas
químicas ( pq en ese lugar, lo único orgánico, lo que se dice orgánico, era la
china que nos vendió la calabaza) y ya estaba yo viendo a ver como haríamos
para llevarla a casa. Probablemente
tendríamos que ponerla a rodar cuesta abajo y correr tras ella para alcanzarla
antes de que llegara a la avenida, cuando Ernesto me dijo, - ¿Pero tu de que
vas? Coje una de estás acá, que esas nadie las puede cargar a menos que la
pongas a rodar cuesta abajo.
Vaya, que casualidad, las calabazas que me mostró eran del mismo tamaño que
a las que habíamos visto por casa hace
más de 4 horas. Rebusqué entre las calabazas, algunas aboyadas en alguna
esquina, otras con una costra pegada a la piel que no sabría si saldría al
limpiarla, otras genéricas, y ninguna de ellas brillaba parpadeando y diciendo
mi nombre para que la comprara. Pensaba haber perdido el tiempo y ya no tenía
ganas de participar del proyecto de la calabaza hasta que la vi allí, la calabaza más hermosa del mundo,
mediana, menuda, anaranjada como ninguna y lo mejor de todo con un peculiar
tallo rizado en la cabeza, como el rizo del bebé la película Roger Rabit,
corto, pequeño con un “loop” perfecto y gracioso. Era como el bebé Gerber en
calabaza y era mi calabaza. Después de
todo, el viaje no había sido en vano, la calabaza más hermosa estaba en
nuestras manos. Lo mejor de todo nos ahorramos la considerable cantidad de
$2.00, mucho menos de lo que nos costó llegar hasta Brooklyn.
Nuevamente, nos
equivocamos de parada y llegamos a Little Italy. Nos bajamos un rato a
disfrutar de las calles y los cafés y el bullicio, en compañía de la nuestra
amiga la perfecta calabaza que disfrutó la velada siendo carga por las
pintorescas callecitas en busca de un canolli que al final no me dejaron
comprar. Supongo que debíamos de vernos muy cómicos cargando con ella en una de
las zonas de “hangeo” más concurridas de la ciudad.
Hasta aquí la
historia de su búsqueda. Ahora, a lo que importa realmente:
CURSO INTENSIVO DE
CÓMO HACER UNA SIMPATICA CARA DE CALABAZA
Por Ernestito y
Mel:
Se necesita:
Una calabaza
Un cuchillo
afilado
Un magic marker
“washable”
Una libreta
Un lápiz
Agua
Paño
Una vela
aromática
1. Como vimos
antes, el primer paso es buscar la calabaza perfecta. Perfecta, significa que
sientas que es tuya desde que la ves por primera vez, o es amor a primera vista
o no es la calabaza para ti. Recuerda que la tendrás todos los días iluminada
hasta que llegue el 31 de diciembre cuando la pongas afuera como señal para los
niños de que tras de esa puerta hay dulces que buscar.
2. Hay que lavarla
bien y secarla. No se debe comenzar a trabarla antes de limpiarla ya que puede
dañar los dibujos.
3. Busca lápiz y
papel. Antes de dibujar la cara en la corteza debes diseñarla. Depende de lo
que desees conseguir. Si quieres, como nosotros, una cara simpática tienes que
buscar que los ojos sean alegres, pero en especial la boca. Debe tener dientes arriba y abajo. Nosotros cometimos el
error de no hacer dientes abajo y esto causa un efecto extraño en la boca.
Primero, pq da la sensación de hueco, más que de sonrisa. Segundo, la vela se
verá claramente dentro de la boca, y eso corta la magia. Puede ser que noten el
error en las fotos que hemos puesto.
4. Hay que
dibujar un círculo en la parte superior, debe ser lo suficientemente ancho como
para que la mano quepa cómoda. Con el
cuchillo se abre un hueco siguiendo la línea. El hueco debe ser abierto en una posición de 45 grados. Solo así se
consigue formar una tapa para parte superior. Sugerencia, has unas marcas que
señalen que partes tienen que conectar, para que cuando le pongas la tapa quede
perfectamente unido.
4. Al abrirla hay
que asegurarse de sacar toda la pulpa. Sería bueno raspar bastante las paredes interiores
hasta asegurarse de que no queda nada. No se quiere que comience a expedir un olor desagradable
antes de la noche de brujas. Es conveniente echarle agua y limpiarla por dentro
de ese modo eliminara cualquier molestoso sobrante.
5. Con un magic
marker “washable” recrea el rostro en la calabaza. Si no se es diestro se debe
tratar de hacer facciones amplias, son
más fáciles de cortar y perfeccionar. Una sonrisa de lado es una solución
sencilla para lograr una cara simpática,.
4. Corta con
mucho cuidado siguiendo la línea marcada en el rostro. Es importante recordar que
el margen de error que se puede permitir es muy limitado, y puede dañar el
rostro de la calabaza.
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