Luego de mucho pensarlo sentada en el sofá con el libro Cocina Vienesa, me decidí a cocinar kartoffelknödel.
Como soy alérgica al gluten, hace algún tiempo, había comprado una harina “glutenfrei”. La receta era para harina de trigo pero pensé, que más da una cosa por la otra. Tenía la mantequilla, la sal, las papas, los huevos y todo lo demás menos la sémola.
A mi cuando se me mete en la cabeza una cosa, es esa cosa o esa cosa, pero nada más. Como el cuscús está hecho con sémola, decidí usarlo en vez de sémola. Así que ahí iba, unos knödel hechos a base de una receta con harina de trigo y sémola, preparados a la “gourmet Mel”; con harina sin gluten ( que probablemente es a base de arroz y maíz) y cuscús. Esas son verdaderas ganas de aventurarse en la cocina.
El proceso transcurrió normal. Sucedió todo cuanto indicaba las instrucciones para el cocido. De hecho, al servirlas quedé complacida con su apariencia. Un detalle, el libro no indicaba exactamente cuánto tiempo había que dejarlas cocer. Para hacer el cuento largo corto, las dejé entre 15 y 20 minutos porque me pasé a preparar un “playlist” en Itunes.
En fin, quedaron sobrecosidos. Estoy segura de que ese fue uno de los errores pues al rato busqué por internet ( lo que debí haber hecho en vez de hacer un playlist) y decía que no más de 10 minutos, que la señal era verlos flotar en el agua. Si flotaron o no flotaron no lo sé, yo estaba muy ocupada haciendo un playlist para cenar.
El pobre Ernesto, que normalmente come como por dos personas, solo se comió dos knödel porque según él como tenían papa llenaban mucho. Yo, como le conozco y ya lo había probado le dije: No te gustaron, ¿verdad? El, como todo un caballero, o un esposo que no quiere despertar a la Gorgona que hay en mi contestó:
- Pues, le falta algo, pero se dejan comer.
- Ernesto, en condiciones normales te comerías 6 y un pedazo de carne. No me digas que se dejan comer.
En fin, cuando cogió confianza y se dio cuenta que la Gorgona dormía el sueño de los justos dentro de lo más profundo de mi, tomó en sus manos un Knödel lo apretó para mostrar que estaba gomoso.
- Mely, a que tiro esto por la venta y rebota.
- ¿Lo harás? – dije entusiasmada con la posibilidad
- No, no lo haré.
- Ah, ya decía que no te atreverías. Pero sería divertido tratar.
- No, no, no
- Ya sabía
- ¿Lo hago?
- ¿Te atreves?
Lo vi tomar una de esas bolas blancas, un poco amarillentas por la papa, abrir la ventana y lanzarla desde la venta del cuarto piso de un edificio construido en 1909. Digo el año pues para que cuenten con que no solo es un cuarto piso, es que los apartamentos tienen techos altos.
Solo por unas milésimas de segundos recuerdo ver el knödel volar por mi ventanal. No pude evitarlo, no sé si fue la sorpresa de que lo hiciera o simplemente que no supe reaccionar al golpe de adrenalina, pero me levanté de la mesa corriendo y me escondí en la cama. Camino a la cama escuché el golpe del knödel al caer al suelo. ¡Cómo es posible que se escuche hasta acá!
- Escuchaste como sonó - Fue lo que oí luego. Ernesto venía caminando hacia mí –¡Ah si! ¡Te vas a esconder después de que mi ínsitas a la maldad!
- Tírate otro.- Le dije sin pensarlo mucho.
- No, pa’ qué pa’ que te vayas a esconder.
- No, no esta vez voy contigo.
El cogió el más grande de los knödel que quedaba. Se paró en el ventanal. Yo estaba junto a él, pero no podía contener la risita nerviosa. Lo lanzó, se estrelló en el suelo en algún lugar entre el patio de nuestro edificio y el del colindante. Miramos al frente y la luz de nuestros vecinos de enfrente estaba prendida. Salimos corriendo, esperando que nadie nos hubiese visto realizar nuestra pequeña travesura.
¿Dónde habrá caído mi experimento? No lo sabemos. No sabemos si al caer se haya desparramado o aun conserva su forma. Si mantuvo su forma así se quedará, porque en Viena, no sé cómo, no hay perros realengos. Sería gracioso que haya caído en la acera y que mañana en la mañana cuando la gente salga a pasear para disfrutar de un hermoso sábado primaveral vean en el suelo dos knödel. Seguro mirarán al espacio entre los dos edificios y se preguntarán quién lo de los 8 apartamentos que dan a ese punto lo habrá lanzado. Supongo que pensarán en el mío, pues desde que la temperatura mejoró dejamos los ventanales abiertos. Da igual, es divertido imaginárselo.
Lo aprendido fue, que los voy a intentar con sémola de maíz y harina sin gluten. Si aun así no sabe bien los intentaré con harina de trigo aunque tenga gluten y me ponga grave. No pienso que darme con mi ego culinario herido, aunque para ello tenga que romperme el estomago por par de días. Y claro, no dejarlos eternamente en una hoya hirviendo. Diez minutos y que floten, serán las señales para servirlos en el plato. Me imagino, que en lo que llego a perfeccionar mis Knödel “grutenfrei” Ernesto seguirá practicando como pelotero. A lo mejor, de ahí termina en las grandes ligas. ¿Quién sabe?
Para que sepan que como son los knödel, les dejo foto de cuando estuvieron listos.
Como soy alérgica al gluten, hace algún tiempo, había comprado una harina “glutenfrei”. La receta era para harina de trigo pero pensé, que más da una cosa por la otra. Tenía la mantequilla, la sal, las papas, los huevos y todo lo demás menos la sémola.
A mi cuando se me mete en la cabeza una cosa, es esa cosa o esa cosa, pero nada más. Como el cuscús está hecho con sémola, decidí usarlo en vez de sémola. Así que ahí iba, unos knödel hechos a base de una receta con harina de trigo y sémola, preparados a la “gourmet Mel”; con harina sin gluten ( que probablemente es a base de arroz y maíz) y cuscús. Esas son verdaderas ganas de aventurarse en la cocina.
El proceso transcurrió normal. Sucedió todo cuanto indicaba las instrucciones para el cocido. De hecho, al servirlas quedé complacida con su apariencia. Un detalle, el libro no indicaba exactamente cuánto tiempo había que dejarlas cocer. Para hacer el cuento largo corto, las dejé entre 15 y 20 minutos porque me pasé a preparar un “playlist” en Itunes.
En fin, quedaron sobrecosidos. Estoy segura de que ese fue uno de los errores pues al rato busqué por internet ( lo que debí haber hecho en vez de hacer un playlist) y decía que no más de 10 minutos, que la señal era verlos flotar en el agua. Si flotaron o no flotaron no lo sé, yo estaba muy ocupada haciendo un playlist para cenar.
El pobre Ernesto, que normalmente come como por dos personas, solo se comió dos knödel porque según él como tenían papa llenaban mucho. Yo, como le conozco y ya lo había probado le dije: No te gustaron, ¿verdad? El, como todo un caballero, o un esposo que no quiere despertar a la Gorgona que hay en mi contestó:
- Pues, le falta algo, pero se dejan comer.
- Ernesto, en condiciones normales te comerías 6 y un pedazo de carne. No me digas que se dejan comer.
En fin, cuando cogió confianza y se dio cuenta que la Gorgona dormía el sueño de los justos dentro de lo más profundo de mi, tomó en sus manos un Knödel lo apretó para mostrar que estaba gomoso.
- Mely, a que tiro esto por la venta y rebota.
- ¿Lo harás? – dije entusiasmada con la posibilidad
- No, no lo haré.
- Ah, ya decía que no te atreverías. Pero sería divertido tratar.
- No, no, no
- Ya sabía
- ¿Lo hago?
- ¿Te atreves?
Lo vi tomar una de esas bolas blancas, un poco amarillentas por la papa, abrir la ventana y lanzarla desde la venta del cuarto piso de un edificio construido en 1909. Digo el año pues para que cuenten con que no solo es un cuarto piso, es que los apartamentos tienen techos altos.
Solo por unas milésimas de segundos recuerdo ver el knödel volar por mi ventanal. No pude evitarlo, no sé si fue la sorpresa de que lo hiciera o simplemente que no supe reaccionar al golpe de adrenalina, pero me levanté de la mesa corriendo y me escondí en la cama. Camino a la cama escuché el golpe del knödel al caer al suelo. ¡Cómo es posible que se escuche hasta acá!
- Escuchaste como sonó - Fue lo que oí luego. Ernesto venía caminando hacia mí –¡Ah si! ¡Te vas a esconder después de que mi ínsitas a la maldad!
- Tírate otro.- Le dije sin pensarlo mucho.
- No, pa’ qué pa’ que te vayas a esconder.
- No, no esta vez voy contigo.
El cogió el más grande de los knödel que quedaba. Se paró en el ventanal. Yo estaba junto a él, pero no podía contener la risita nerviosa. Lo lanzó, se estrelló en el suelo en algún lugar entre el patio de nuestro edificio y el del colindante. Miramos al frente y la luz de nuestros vecinos de enfrente estaba prendida. Salimos corriendo, esperando que nadie nos hubiese visto realizar nuestra pequeña travesura.
¿Dónde habrá caído mi experimento? No lo sabemos. No sabemos si al caer se haya desparramado o aun conserva su forma. Si mantuvo su forma así se quedará, porque en Viena, no sé cómo, no hay perros realengos. Sería gracioso que haya caído en la acera y que mañana en la mañana cuando la gente salga a pasear para disfrutar de un hermoso sábado primaveral vean en el suelo dos knödel. Seguro mirarán al espacio entre los dos edificios y se preguntarán quién lo de los 8 apartamentos que dan a ese punto lo habrá lanzado. Supongo que pensarán en el mío, pues desde que la temperatura mejoró dejamos los ventanales abiertos. Da igual, es divertido imaginárselo.
Lo aprendido fue, que los voy a intentar con sémola de maíz y harina sin gluten. Si aun así no sabe bien los intentaré con harina de trigo aunque tenga gluten y me ponga grave. No pienso que darme con mi ego culinario herido, aunque para ello tenga que romperme el estomago por par de días. Y claro, no dejarlos eternamente en una hoya hirviendo. Diez minutos y que floten, serán las señales para servirlos en el plato. Me imagino, que en lo que llego a perfeccionar mis Knödel “grutenfrei” Ernesto seguirá practicando como pelotero. A lo mejor, de ahí termina en las grandes ligas. ¿Quién sabe?
Para que sepan que como son los knödel, les dejo foto de cuando estuvieron listos.
Ah, a los knödel, también pueden llamarles dumplings, pero me gusta decirles knödel, causa una sensación "funny" en el paladar.