-Sombrerero.
-¿Vienes a celebrar conmigo nuestros
descumpleaños?
-No, no realmente. Vengo a pedirte un encargo…urgente.
-¿Un sombrero de gala? ¿…o quizás de vacacionar? No.
No. No. ¡Quieres un sombrero mágico que atraiga todas las miradas, que se
centren en ti! Puedo hacer uno de esos, !un maravilloso sombrero de diva!
-Me encanta la idea, pero no. Necesito un sombrero un
poco más discreto, hecho empleando todo tu poder.
-¿Y qué es lo quieres? ¿Qué necesita tanta
atención?
-Un sombrero que dure para siempre, o al menos
mientras viva. Un sombrero invisible para todos, menos para mí. Un sombrero que
me de la capacidad de recordar lo que quiero recordar, de imaginar y pensar en
solo lo que conviene, y que recoja, oculte y destruya, todas las memorias,
ideas de lo que sea, sueños, de quien sean, de lo que sean y de lo que haya
sido o dejado de ser que me causen desasosiego. Un sombrero del olvido. Ese me
hará muy feliz.
-Lo siento, mi poder no llega a tanto, querida.
-¿Y entonces…? ¡¿Has hecho muchas maravillosas piezas
para Alicia y yo solo te pido esta y no puedes hacerla!?
-Yo lo siento, he tratado muchas veces de hacerlo,
pero las memorias y la imaginación, son escurridizas y jamás he logrado
atraparlas. No soy Dios, cariño.
-Pero yo lo necesito. Lo necesito ahora, lo he
necesitado siempre.- las lágrimas se derramaron por sus mejillas, sintiéndose derrotada.
El Sombrerero levantó su manga y de ella sacó un pañuelo de seda traslucido en
el que se manifestaban todos los colores y ninguno.
-Solo puedo ofrecerte esto, y ya ves, lo cargo siempre
conmigo mientras celebro hasta el hastío cada día, recordando o alucinando con
lo que no pasó, lo que pasó, o lo que soñé o imaginé.
-¡!QUE QUIERO QUE INTENTES ESE SOMBRERO!! Yo lo
quiero. Yo lo necesito. Te pagaré lo que gustes por él.
-Pues quiero que te sientes aquí, que llenes tu taza
de té, y que llores desconsoladamente hasta que llorar te haga dormir. Luego,
cuando despiertes, quiero que llores de nuevo hasta el cansancio, y así
sucesivamente hasta que se te acaben las lágrimas, las perretas, los sollozos.
-Puedo hacer eso que dices. ¿Tendré mi sombrero, o
habré olvidado para entonces?
-No, simplemente aprenderás a convivir con ello.
-Lloraré un océano sin parar si es necesario. Lloraré
de enojo, de desconfianza, de tristeza, de frustración, de ilusiones rotas
desde antes de…, de miedo. Lloraré hasta que se resequen mis ojos.
-No puedes llorar eternamente. No existen tantas
lágrimas. Antes de eso terminarás muy agotada y solo te quedará la risa.
-¿Reír?
-Si, reír, dentro de todo. Reírte de ti y de las
memorias y de los sueños. Aprenderás a hacerlas tus compañeras y solo entonces,
del cansancio, se irán a descansar más a menudo, hasta que un día ya no
despierten a menos que tú lo desees.
-Es que lo que quiero es sacarlas del camino… -El
sombrerero movió su cabeza en una taciturna negativa.
Se
imaginó a si misma sin recuerdos agrios. Pensó en la paz, en la felicidad, en
el ensueño, en los rayos del sol que atraviesan las copas de los arboles cuando
se conduce en una carretera desierta bajo un túnel del ramas verdes, de
naturaleza; pensó en ese clima templado y agradable como en las carreteras que
llevan a Stiria; pensó en papeles y tintas; en una casa antigua en las montañas
de Aich, de las que no puedes salir en todo el invierno, mientras se ve caer la
nieve blanca y blanda sobre las montañas;
pensó en las letras que forman palabras describiendo sentimientos, los mismos
que dejaría luego plasmados en esos papeles mientras toma un chocolate caliente
llevando sus botas-pantuflas sobre
su pijama, que a su vez, estarían cubierto por una bata caliente,
rica, suave, mullida, como el mejor de los abrazos, de esos con los que se
sueña tanto y se sienten tan pocos; pensó en los sentimientos que trae la música de Turina, de Bach, de Mahler,
de Beethoven, de Puccini; el sonido de una botella de champagne que se abre y se derrama dentro de una copa, y lo más
importante, que se comparte con quien se desea compartir; y bailar esa música
inbailable a la luz de las velas; en el silencio lleno de palabras, pensó en
las miradas, en las sonrisas, en los aromas, en cerrar los ojos y deleitarse
con el sonido de una risa risueña, constante.
No pudo evitar desesperarse, y buscar, buscar sin poderlos retener, desaparecían,
se borraban del álbum, del diario.
Buscaba, como buscó la tumba de Mozart para luego encontrarse con que su
esqueleto yacía seco entre mil otros cuerpos, inidentificable. Sintió un pasmo
terror paralizante. Sin memorias, tampoco había imaginación. No había nada.
NADA. Comenzó a temblar. En su intento de
ensoñación, vio que dejaba de tener
un “yo”. No había unos sin los otros. La
Prozac se ría en su cara gritando a
carcajadas: “Y, ¿tú no querías que te hiciera feliz? Seré como el sombrero que tanto buscas. Bueno,
aquí estoy, trabajando en un lobotomía de tus recuerdos y con ellos desaparezco
lo que eres, mi pequeña aprendiz de autómata”.
Se levantó
de la mesa y miró al sombrerero quien la estudiaba escudriñando su ser. Miró la
taza rebosante de humo. Miró su diminuto reflejo en ella y luego miró a
Sombrerero, que aguardaba. Le dedicó una
corta sonrisa triste-¿Sabes qué?- El sombrerero puso su taza vacía sobre el
platillo. El silencio era tan grande que retumbó el contacto entre las
porcelanas.- Ya no deseo un sombrero.
Deseo un vestido con un gran lazo en la espalda. Un traje hecho con la
tela de tu pañuelo, esa tela prismática con todos los colores y ninguno; uno
que pueda lucir siempre con la espalda descubierta orgullosa de mis memorias,
de quien soy, de lo que he sido y lo que siento cuando no lo tengo control de
mi razón.
-Ya lo tienes puesto.
La mujer se
levantó de la mesa con un suspiro que arrastro hasta puerta del jardín. Salió
con sus memorias en una mano y con sus sentimientos en la otra, y el corazón
dispuesto a dejarse llevar por su imaginación aunque fuera solo de vez en
cuando, dispuesta a sentir, a convivir con ellos en su amalgama de tonalidades,
en sus momentos contradictorios. Dispuesta a abrigar en su pecho, en su cabeza,
lo que sea. Acunarlo en lo profundo de
su alma en silencio, porque esa sería la única manera en que ella podría
reconocer ante el espejo su propio reflejo.
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Tradición de los participantes de Deviantart:
listening: "Barriers " Anathema