lunes, 24 de octubre de 2011

Las Aventuras de Mel: Cara de calabaza


Ya se había decidido, íbamos a hacer nuestra propia cara de calabaza de Halloween, con la específica instrucción de que no debía ser una cara fea que me asustara en la noche, sino una cara simpática que invitara a la amistad. Así que el proyecto del día fue:
conseguir la calabaza perfecta.( Las intrucciones de como hacer una cara de calabaza para Halloween están al final)





En el episodio de hoy de las Aventuras de Ernestito y Mel: la  búsqueda de la cara de calabaza.

Para hacer el cuento largo corto, a nuestro alrededor lo que podemos conseguir son mercados orgánicos, donde te cobran en orgánica especie.
-Ernestito, mira que bella.- Había tomado una calabaza de tamaño intermedio, algo pesada pero que podía con su peso en una sola mano.

Las cabalazas amontonadas unas sobre las otras con su exquisito intenso color anaranjado brillaban como guirnaldas invitando a ser compradas en una privilegiada esquina del mercado gourmet orgánico frente a la estación del metro. Por lo menos, a mí, aquellas calabazas me sonreían y sus sonrisas me hicieron efecto.

Ernesto, si, el del otro relato, el marido mío, tiene dos actitudes de desaprobación, la primera darse la vuelta y dejarte con la palabra en la boca aunque te mates gritándole como fritolera  desde el otro extremo de la calle (creanme sigue andando como si con el no fuera). La segunda, pone… no sé, es como… una cara fruncida… como de estreñimiento mental. Si, esa es la palabra, hecha la cabeza para atrás sin mover el cuello, como hacen los bailarines de Bollywood y frunce la nariz.  Pues hoy, al ver la calabaza que le mostré sonrío en una leve aprobación. Aun sonreído bajó la cabeza  vio el costo por libra.
-¿1.79 la lb?- Puso su cara de estreñimiento mental o quizás sería mejor llamarle estreñimiento carteral, o walletal, se dio media vuelta y siguió andando dando por concluida la deliberación. En síntesis, mi barrio no era el indicado para la compra de la calabaza; y les juro que  su brillo mermaba en desilusión según me marchaba (o es me pareció).

Brooklyn queda a una hora de mi barrio. Por alguna razón que no logro comprender aun, El brillante de mi marido entendió que era el lugar indicado para comprar nuestra calabaza. Suele pasar que cuando alguién demuestra tener más éxito académico que tu uno comienza a dar por sentado que sus decisiones en la vida, cosa que nada tiene que ver, suelen ser las más acertadas y las acatamos como correctas sin realmente estar seguro de si está en lo correcto o no. Yo no le vi la lógica de llegar hasta allá para una calabaza, pero si el lo decía era por algo.

  Así que emprendimos el viaje, dos trenes y numerosas paradas. Sujetándonos entre el nido de gente conglomerada en los vagones del metro un sábado a la 13:00.  Es el mejor momento y lugar para entender la expresión “el que se va a Aguadilla pierde su silla”. Puedo dar fe de lo darwuiniano del asunto, sentarse en el metro a esas horas solo lo consigue el más listo, el más colón, o la gorda con el trasero grandote que no le importa nada y busca sentarse en el medio de ti y de alguien que no conoces, dejadote casi estrellado contra los tubos cargando la mitad de su nalga en tu muslo, solo esos consiguen sentarse. Pues yo, siempre corro para conseguir asiento (aunque muchas veces termino parada por cederlo alguna viejita que me recuerde a mi abuela), y viajando comodamente sentada en tren me dio tiempo tiempo para jugar mahjong, jewel y un juego llamado Memory Trainer que nunca entendí, lo que deja un enorme margen  para especular sobre el estado de mi memoria.

El asunto es que después de algunas vueltas en círculo a través de los andenes del metro (porque Ernesto no pide direcciones y no le gusta que yo tampoco las pida) llegamos al Prospect Park, el cual recomiendo a cualquier residente de la ciudad. Después de una larga caminata de dos horas de la que al menos media no sabíamos como salir de allí, llegamos a una calle muy pintoresca llena de negocios y cafés. Habíamos caminado bastante y comer algo no vendría mal antes de continuar con la susodicha búsqueda. Encontramos un negocio llamado Art Fez Café, Prospect Park West. La música era agradable y aprovechamos para comer una picadera y tomar una copa de vino al ritmo de la música de Portishead. La decoración era por demás digamos… artísticamente curiosa y Ernesto se dedicó a señalar las cosas que le compraría a mi padre de regalo   (supongo que en venganza de la carta enviada por El Panadero de Pasteles del Pueblo Pan Pan que había recibido esa mañana).

Ya habíamos descansado demasiado, era hora de ir a buscar la calabaza. Fuimos algunos lugares, pero a Ernesto seguía no gustándole el costo por libra y yo iba perdiendo la paciencia en cada paso del camino de un mercado a otro. Llegué a pensar que el pretendía encontrar un lugar en el que regalaran una calabaza por comprar un refresco. Pero, y gracias infinitamente a Dios, a las 5 de la tarde Ernesto vio el lugar perfecto.

El colmado había puesto en la acera frente a su puerta un sin número de cajas llenas de calabazas de todos los tamaños habidos y por haber. Nada como el mercado que habíamos estado en dónde dispuestas en un lugar privilegiado las calabazas se mostraban relucientes y atractivas.  Yo, ilusamente como siempre, estimé que después de tanto viaje y tanta búsqueda por un precio razonable nos llevaríamos una calabaza del tamaño de un microondas, de esas que crecen a base de bombas químicas ( pq en ese lugar, lo único orgánico, lo que se dice orgánico, era la china que nos vendió la calabaza) y ya estaba yo viendo a ver como haríamos para llevarla a casa.  Probablemente tendríamos que ponerla a rodar cuesta abajo y correr tras ella para alcanzarla antes de que llegara a la avenida, cuando Ernesto me dijo, - ¿Pero tu de que vas? Coje una de estás acá, que esas nadie las puede cargar a menos que la pongas a rodar cuesta abajo.

Vaya, que casualidad, las calabazas que me mostró eran del mismo tamaño que  a las que habíamos visto por casa hace más de 4 horas. Rebusqué entre las calabazas, algunas aboyadas en alguna esquina, otras con una costra pegada a la piel que no sabría si saldría al limpiarla, otras genéricas, y ninguna de ellas brillaba parpadeando y diciendo mi nombre para que la comprara. Pensaba haber perdido el tiempo y ya no tenía ganas de participar del proyecto de la calabaza hasta que  la vi allí, la calabaza más hermosa del mundo, mediana, menuda, anaranjada como ninguna y lo mejor de todo con un peculiar tallo rizado en la cabeza, como el rizo del bebé la película Roger Rabit, corto, pequeño con un “loop” perfecto y gracioso. Era como el bebé Gerber en calabaza y era mi calabaza.  Después de todo, el viaje no había sido en vano, la calabaza más hermosa estaba en nuestras manos. Lo mejor de todo nos ahorramos la considerable cantidad de $2.00, mucho menos de lo que nos costó llegar hasta Brooklyn.


Nuevamente, nos equivocamos de parada y llegamos a Little Italy. Nos bajamos un rato a disfrutar de las calles y los cafés y el bullicio, en compañía de la nuestra amiga la perfecta calabaza que disfrutó la velada siendo carga por las pintorescas callecitas en busca de un canolli que al final no me dejaron comprar. Supongo que debíamos de vernos muy cómicos cargando con ella en una de las zonas de “hangeo” más concurridas de la ciudad.

Hasta aquí la historia de su búsqueda. Ahora, a lo que importa realmente:

CURSO INTENSIVO DE CÓMO HACER UNA SIMPATICA CARA DE CALABAZA
Por Ernestito y Mel:


Se necesita:
Una calabaza
Un cuchillo afilado
Un magic marker “washable”
Una libreta
Un lápiz
Agua
Paño
Una vela aromática

1. Como vimos antes, el primer paso es buscar la calabaza perfecta. Perfecta, significa que sientas que es tuya desde que la ves por primera vez, o es amor a primera vista o no es la calabaza para ti. Recuerda que la tendrás todos los días iluminada hasta que llegue el 31 de diciembre cuando la pongas afuera como señal para los niños de que tras de esa puerta hay dulces que buscar.

2. Hay que lavarla bien y secarla. No se debe comenzar a trabarla antes de limpiarla ya que puede dañar los dibujos.

3. Busca lápiz y papel. Antes de dibujar la cara en la corteza debes diseñarla. Depende de lo que desees conseguir. Si quieres, como nosotros, una cara simpática tienes que buscar que los ojos sean alegres, pero en especial la boca. Debe tener  dientes arriba y abajo. Nosotros cometimos el error de no hacer dientes abajo y esto causa un efecto extraño en la boca. Primero, pq da la sensación de hueco, más que de sonrisa. Segundo, la vela se verá claramente dentro de la boca, y eso corta la magia. Puede ser que noten el error en las fotos que hemos puesto. 

4. Hay que dibujar un círculo en la parte superior, debe ser lo suficientemente ancho como para que la mano quepa cómoda.  Con el cuchillo se abre un hueco siguiendo la línea. El hueco debe ser abierto  en una posición de 45 grados. Solo así se consigue formar una tapa para parte superior. Sugerencia, has unas marcas que señalen que partes tienen que conectar, para que cuando le pongas la tapa quede perfectamente unido.

4. Al abrirla hay que asegurarse de sacar toda la pulpa. Sería bueno raspar bastante las paredes interiores hasta asegurarse de que no queda nada. No se quiere  que comience a expedir un olor desagradable antes de la noche de brujas. Es conveniente echarle agua y limpiarla por dentro de ese modo eliminara cualquier molestoso sobrante.

5. Con un magic marker “washable” recrea el rostro en la calabaza. Si no se es diestro se debe tratar de hacer  facciones amplias, son más fáciles de cortar y perfeccionar. Una sonrisa de lado es una solución sencilla para lograr una cara simpática,.

4. Corta con mucho cuidado siguiendo la línea marcada en el rostro. Es importante recordar que el margen de error que se puede permitir es muy limitado, y puede dañar el rostro de la calabaza. 

5. Al terminar hay que limpiar con un paño las marcas sobrantes del magic marker.











¡Listo, se ha traído a la vida  la calabaza típica de las fiestas del día de brujas! Ahora solo falta poner una pequeña lámpara de baterías o una vela aromática.






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