viernes, 7 de octubre de 2011

Las Aventuras de Mel en "The Big Apple": "In Bargains we trust"

Vivimos en una sociedad que más que capitalista, es consumerista. Eso es un dato, no una opinión. Yo viví en Wien, y la velocidad en que se gestionan los tratos de compra y ventan no se asemejan a la rapidez con la que en los Estados Unidos aceptamos la transacción sin preguntas, sin pensar, en un acto de total hipnosis comercial. Pues bien, hoy les tengo mi trágica experiencia con estos tratos de compra por promoción hipnótica.

Ernesto Borrero, mi esposo hasta el sol de hoy y no sé si hasta mañana, y yo habíamos acordado que antes de recoger a nuestro querido amigo Oscar en Penn Station, hoy a las 8:30 pm, iríamos a Target a comprar una nueva cortina de baño y un “set” de vasos de cristal. Bueno, les explicaré mejor el contexto, para que entiendan porqué tenía que ir con él y no sola.

En un lugar como Manhanttan no se puede tener un auto, no es lógico, así que todo se hace a pie o en transporte público. Las tiendas por departamento se encuentran fuera del centro, lo que significa que tienes que hacer un largo recorrido para poder tener acceso a ellas. En mi caso, si yo quiero ir a “Target” desde dónde yo vivo tengo que ir con un escudo y una espada recorriendo la densa selva conocida como EL BARRIO.

El Barrio es uno de esos pintorescos lugares en dónde los estereotipos mostrados en las películas “holliwoodenses” que tanto critico por dar mala promoción sobre la imagen de mi país (que no es un país, es… es… no sé lo que es) se cumplen y son innegables. Calles sucias, transacciones extrañas, gente muy… interesante, piropos degradantes sin sentido, “spanglish”, negocios de frituras en la esquina de la avenida, cadenas de oro con medallones del tamaño de celular, banderas de Puerto Rico, salsa y merengue que se escucha desde que cruzas la avenida en el otro bloque, bombas de agua desperdiciando su contenido, etcétera, etcétera, etcétera. Todo es verdad. Pues bien, no me importa lo que piensen o digan, pero yo no me siento a gusto caminando por esas calles y para mi aquello no se parece a Puerto Rico en nada; y no me lo discutan por qué de mis 29 años 26 los viví allí así que se lo que es y lo que no es Puerto Rico. Para mi El Barrio es un lugar peligroso que solo cruzo para ir a centro comercial, con mi marido, a las 12 del medio día y si no mejor no compro. Habiendo dado este “background” comienzo el relato de mis peripecias.

A las doce del medio día el Sr. Ernesto Borrero, casado, y posiblemente viudo en algunas horas, me llamó a mí, a mi casa, para contarme lo estresado que se encontraba por la falta de computadoras para correr unas simulaciones que necesitaba correr para dar unos resultados hoy. Yo, Melissa Bird-Collado, hasta ahora viva y casada con el antes mencionado señor, quise dármelas de la esposa abnegada y considerada que se sacrificaba con tal de no molestar a su esposo y dije: “No te preocupes Mi Vidita, yo  iré a Target sola y compro lo que falta”- ¿Estás segura? – dijo con una voz dudosa  -Si, no te preocupes, ocúpate de lo tuyo.

Habiendo dicho esto, me lacé por esos mundos de Dios Manhattanienses. Me monté en la “6”, si como la JLO. Cuando llegué, atravesé los tres bloques, con sus tres avenidas, en los famosos terrenos conocidos como El Barrio. Soporté los entupidos piropos que dicen por el solo hecho de verte incomoda, porque por nada más.  O sea, yo estoy segura que es solo por eso, pq vamos a ver, te gritan “Vaya Mami que buena estas.”  ¿Qué buena estás, mmmm meditemos sobre ello.  Hoy en día el estándar para estar “buena” es estar apunto de morir de inanición. Teniendo eso en cuenta y también considerando que yo parezco que podría haber sobrevivido los siete años de vacas flacas en Egipto sin probar bocado, definitivamente buena, lo que se dice buena, no, no lo estoy. Entonces, ¡!!!para que me dicen algo que yo estoy segura que ellos no piensan!!!!! Conclusión, lo hacen por j%#%^.

La cosa es que paso entre los mercados, la gente gritándose por teléfono discutiendo con no sé quien ( y que a mi no me importa), entre las bombas de agua abiertas y todas esas cosas hasta llegar al centro comercial. Una vez allí, miren,  el águila se me metió por dentro e hipnóticamente comencé a repetir el mantra “In BARGAINS we trust”.

En vez, de ir a Target, subí los cuatro pisos y fui a la sección de “HOME” en Marshall’s. OMG, un mogollón de cosas nuevas, bonitas y baratas. La verdad es que no sé cómo, pero salí de allí con tres bolsas. Luego, ya que estamos, fui a Costco… y no creo que haya que entrar en mucho detalles.

Finalmente, llegué a Target, allí en vez de hacer lo que tenía que hacer, que era ir a la sección de baño, coger las cortinas e irme, me fui por toda la sección de Electrónicos y Hogar. No voy a hablar de cuanto compré, el asunto fue que no me di cuenta hasta que el espíritu de águila salió de mi cuerpo y sumé lo que había pagado entre todo. Comencé a sudar frío. Y ahora, ¿qué hago? Pensaba mientras salía en dirección al Barrio. Miré el reloj, era increíble.., vaya, los desastres que uno puede hacer en menos de una hora y media.

Normalmente habría pedido un taxi para que me llevara a casa con los paquetes pero… no me atreví. No sabía como justificar la cantidad que había gastado como para completarlo con el costo del taxi. Así que me lacé a caminar por EL BARRIO con todos mis paquetes sintiéndome doña Florinda. De más esta decir que volvieron a gritar estupideces. Yo hubiese preferido que me dijeran que me ayudaban a cargar los paquetes hasta el tren, pero no. Eso quizás hubiese pasado cuando tenía 20 años y 40 libras menos (alguna vez pasó que choqué un carro por detrás y solo el hecho de que los muchachos me vieron echarme a llorar, se les hablando el corazón, me consolaron y me dijeron- No te preocupes yo lo arreglo” y se quedaron conmigo hasta que me tranquilicé. ¿Por qué no podía pasar que apareciera un alma caritativa y filántropa me ayudase a cargar mis compras hasta la parada?). Pero no, ahora es, ¡Vamos gordita que yo voy a ti!

Bueno, por el camino, mientras paraba en cada esquina para descansar los brazos y permitir que la sangre corriera por la punta de mis dedos morados, pensaba en toda clase de excusas para explicar aquel gastisidio, pero no había ninguna lo suficientemente razonable. En ese momento extrañé a Celia, pues en una ocasión juntas planificamos la mentira perfecta que explicaba por qué su  Ipod se cayó y se frisó  (te lo juro Ernesto el Ipod cogió vida y salió volando. Y…y…y… Celia esta aquí de testigo, ¿verdad Celia?). Mi único consuelo era que el Sr. Ernesto Borrero hubiese conseguido arreglar su situación y ahora estuviese contento, pero a veces la vida se te ríe en la cara….

Al llegar traté de probar suerte. Mí, hasta ahora, esposo frente a Dios y la ley ya no estaba irritado, estaba furioso por no sé qué. Me pasó por la mente comprarle un chocolate para tranquilizarlo, pero eso solo funciona conmigo. Luego me resigné a pensar: “Está tan molesto, que por lo pronto, seguro, que no mirará el estado de cuenta. Lo qué me da tiempo para escribir mi testamento”.

Ahora, me encuentro aquí, en la oscuridad de mi casa. Escribiendo mi confesión “mortis causa”, para que cuando en El Nuevo Día lean ( Digo, si es que sobra espacio luego de poner todas esas chorradas de Zuleika y Barea que a nadie le importa) “cabeza de mujer aparentemente puertorriqueña encontrada flotando en las corrientes del Río Hudson” sepan que debe ser la mía y que yo soy la víctima.

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